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NATURALEZA DAÑADA, CAPACIDAD MORAL Y CARACTERÍSTICAS DE LOS DISTINTOS TIPOS DE LÍDER.
Hola, agradecido de poder estar de nuevo por acá. Espero te encuentres bien. Yo lo estoy.
En el video anterior te mostré que la lucha entre el bien y el mal está presente en todas las actividades humanas y que los que hacer directivos no son excepciones a esa regla general.
Asimismo, te enseñé el error de utilizar como sinónimas las expresiones “estilos de líder” y “tipos de líder”. Y, como novedad, clasificó estos últimos en orden al grado de capacidad moral de los directivos.
En esta oportunidad trataré la naturaleza dañada del ser humano junto a su capacidad moral. Y abordaré los atributos, características y comportamientos que definen a los tres tipos de líderes incluidos en la clasificación mencionada.
Al encarar el tema de la naturaleza dañada , es necesario comenzar por explicar a qué me refiero cuando uso esta expresión.
Dada la finalidad de este ciclo de capacitación, considere que una definición alejada de tecnicismos es la mejor opción.
El término naturaleza dañada , o naturaleza caída , representa la predisposición al mal que tiene el ser humano .
La expresión alude a una tendencia universal : la inclinación de las personas a buscar primero lo propio, incluso a costa de lo justo o lo verdadero.
Esta naturaleza dañada no es un producto exclusivo del entorno , sino una condición constitutiva que se manifiesta también en situaciones favorables .
Es una inclinación negativa que aparece aun cuando la persona identifique con claridad qué está bien y qué está mal .
Vencer esa predisposición al mal es una responsabilidad personal de cada ser humano .
La comprobación empírica de esta inclinación no requiere observar estados de maldad extrema ni psicopatías . Basta con mirar honestamente la experiencia humana cotidiana.
La naturaleza dañada puede ser abordada desde perspectivas teológicas (como el pecado original), filosóficas (como la inclinación intrínseca del ser humano al mal ya la transgresión), o científicas (como la predisposición genética, neurológica o evolutiva con tendencias al egoísmo, la violencia o la autodestrucción).
En consecuencia, expondré muy brevemente estos tres puntos de vista:
1) Enfoque religioso.
Esta es la perspectiva más difundida y popular, con un gran número de seguidores y negadores. Se basa en la aceptación por fe de la verdad revelada.
En el marco de la tradición judeocristiana, la expresión “naturaleza dañada” remite al relato del pecado original narrado en Génesis Cap. 3, donde Adán y Eva desobedecen el mandato divino.
En el relato auditado, Dios prohíbe a Adán y Eva comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. La desobediencia consiste en que Eva, tentada por la serpiente, viene del fruto y luego se lo da a Adán. Este acto rompe la confianza con Dios y se interpreta como la entrada del pecado en la naturaleza humana, lo que da origen a la llamada Naturaleza Caída. No se trata solo de una infracción, sino de una autodeterminación del ser humano al margen de Dios.
El árbol representa el límite moral que separa la obediencia de la rebelión, y al mismo tiempo la posibilidad de conocer el bien y el mal por experiencia directa, no por confianza en Dios.
El fruto (comúnmente representado como una manzana, aunque el texto hebreo no lo especifica) simboliza el deseo de autonomía, el impulso de definir el bien y el mal por uno mismo. No es un simple alimento, sino una transgresión con consecuencias espirituales y ontológicas.
La serpiente es la figura que induce la ruptura. En la tradición judeocristiana, símbolo al tentador, al agente que siembra la duda respecto de la palabra de Dios. Posteriormente se la asocia con Satanás. Representa la inteligencia desviada, la seducción del poder, y la voz que incita al ser humano a colocarse en el lugar de Dios.
Este acto de transgresión no solo implica una falta puntual, sino que introduce una ruptura ontológica en la relación entre el ser humano y Dios, con consecuencias que se extienden a la interioridad del sujeto, a su vínculo con los otros y con el mundo creado.
Desde la perspectiva teológica, esta caída no anula la dignidad humana ni su libertad, pero introduce una inclinación al mal: una tendencia estructural hacia el egoísmo, la desconfianza, la mentira y la violencia.
San Pablo lo expresa con contundencia en Romanos 7:19: "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero", señalando la tensión interna que define la experiencia moral del ser humano.
Esta condición caída, heredada por todos, no elimina la posibilidad de redención, pero marca una herida originaria en la naturaleza humana, cuya superación requiere intervención divina, conciencia ética y transformación personal.
2) Enfoque Filosófico.
Varios pensadores a lo largo de la historia han abordado la idea de una inclinación natural al mal en el ser humano.
En esa línea se han planteado distintas formas de ver la inclinación al mal:
Como herencia espiritual (San Agustín)
Como condición natural (Hobbes)
Como estructura moral deformada (Kant)
Como voluntad egoísta (Schopenhauer)
Como estructura psíquica (Freud)
Como falta de pensamiento y juicio (Arendt)
Desde una mirada antropológica, el relato del pecado original se puede abordar como un mito fundacional, es decir, como una narrativa que expresa, en forma simbólica, verdades profundas sobre la condición humana.
En múltiples culturas, el árbol es símbolo del eje del mundo, un conector entre lo celestial, lo terrestre y lo subterráneo. Representa el acceso al conocimiento profundo o sagrado, pero también un punto de peligro: quien lo toca sin permiso rompe el orden establecido.
El fruto prohibido suele encarnar un poder reservado a lo sagrado: el conocimiento, la inmortalidad o el despertar de la conciencia. Comerlo implica cruzar un umbral, un acto iniciado que transforma al ser humano.
En este sentido, el mito no juzga moralmente la acción ni la rechaza. Presenta el acto de ruptura como un momento decisivo que inaugura la conciencia y la autonomía del ser humano, dando origen a la libertad, al sufrimiento ya la historia humana.
En muchas tradiciones, la serpiente es ambigua: puede ser símbolo de sabiduría, de renovación (por su capacidad de mudar la piel), pero también de astucia, tentación y caos. Es la mediadora entre el ser humano y el conocimiento prohibido.
En el mito del Edén, la serpiente, no solo incita a la transgresión, sino que introduce el conflicto entre el orden establecido y la voluntad humana.
Desde esta óptica, el jardín del Edén representa un estado de inocencia originaria, mientras que la desobediencia simboliza el ingreso a la autoconciencia moral: el momento en que el ser humano reconoce el bien y el mal, la responsabilidad y la culpa.
Algunos filósofos interpretan este relato como una “mitología de la culpa”, que no describe un hecho histórico, sino una estructura arquetípica: el ser humano como sujeto dividido, capaz de desear el bien y actuar en su contra.
En este sentido, la “naturaleza dañada” no es un defecto accidental, sino una expresión simbólica de la ambigüedad constitutiva de la libertad humana.
Desde esta lectura, el mito cumple una función esclarecedora: muestra que la ética no parte de una neutralidad moral, sino de una condición atravesada por el conflicto, el límite y la necesidad de orientación trascendente o racional.
3) Enfoque Científico. (biología, evolución y psicología conductual)
Desde el punto de vista de la ciencia, la noción de “naturaleza dañada” puede analizarse en clave evolutiva y psicológica, como el resultado de una herencia conductual ambivalente.
El ser humano, como especie, ha desarrollado a lo largo de su evolución una serie de patrones conductuales -como la agresión, la competencia, la territorialidad o el tribalismo- que fueron adaptativos en contextos de lucha por la supervivencia.
Estos comportamientos, si bien funcionales en determinados entornos, pueden manifestarse hoy como formas de egoísmo, dominación o exclusión, especialmente cuando no están modulados por estructuras éticas, culturales o institucionales.
Desde la psicología evolutiva, se reconoce que la mente humana no fue diseñada para la verdad o la justicia, sino para la supervivencia, lo que explica por qué ciertas distorsiones cognitivas o reacciones emocionales desproporcionadas son comunes.
En este sentido, la “naturaleza dañada” no es un juicio moral ni un castigo divino, sino la constatación de que la biología humana arrastra tensiones internas sin resultados, que requieren ser reconocidas, reguladas y encauzadas para una convivencia civilizada.
La naturaleza dañada, desde cualquiera de las miradas posibles, tiene serias implicancias en materia de liderazgo.
Si aceptamos -desde la teología, la filosofía o la ciencia- que el ser humano no parte de una neutralidad moral, sino que arrastra una inclinación estructural al desorden, al egoísmo oa la desmesura, entonces el ejercicio del poder no puede ser visto como una simple función técnica ni como un espacio de neutralidad operativa.
Toda forma de poder —y más aún el poder concentrado en la alta dirección— exponen y amplifican esa condición humana ambivalente.
El líder no deja de ser humano al asumir responsabilidades, por el contrario, lleva consigo sus límites, sus pulsiones y sus sombras.
Si no hay un trabajo consciente sobre esa interioridad, el poder no revela lo mejor de la persona, sino lo peor.
Desde esta perspectiva, el liderazgo responsable no se limita a lograr resultados: implica también una lucha interior permanente contra las tentaciones que originan el poder. Y, asimismo, contra la maldad, la desmesura, la soberbia, el orgullo desbordado, el sentimiento de impunidad o el autoengaño.
Por eso, más allá de las competencias técnicas, es necesario comprender que el liderazgo plantea varias exigencias de carácter espiritual y moral.
Cuando las organizaciones establecen la cultura del éxito, como parámetro excluyente, los directivos terminan dando rienda suelta a sus naturalezas dañadas bajo el disfraz de la eficiencia, el pragmatismo o la visión estratégica.
Otro tanto ocurre en el plano personal y familiar del directivo, cuando los líderes se desatienden y no controlan sus malas disposiciones interiores.
Sentado el punto de la inclinación al mal del ser humano y sus implicancias en el liderazgo paso a tratar su Capacidad Moral.
A tal fin me valdré de una definición construida por la Inteligencia Artificial, más precisamente ChatGPT, que me parece especialmente clara y adecuada para el desarrollo que sigue.
"La Capacidad Moral es la condición humana que permite a una persona reconocer el bien y el mal, elegir libremente entre ellos y asumir las consecuencias de sus actos. Supone conciencia, libertad interior y responsabilidad".
El nivel de capacidad moral varía de una persona a otra, y se expresa en los distintos grados de aptitud y de actitud que posee cada individuo para obtener regularmente el mayor bien posible a su alcance frente a las situaciones concretas que debe resolver. O, según el caso, evite cooperar con el mal.
La capacidad moral cobra valor cuando se la aplica a hechos humanos concretos. No basta con pensarla, estudiarla o entrenarla, hay que usarla en la vida real.
De lo dicho se desprende que la moral es una disciplina práctica, un arte que se aplica cuando se enfrentan dilemas reales que involucran bien y mal.
Como se suele decir, “la moral nació con el hombre y la ética con la filosofía”.
Por lo tanto, la capacidad moral se manifiesta con el desempeño humano y lo hace desde el inicio la humanidad.
La exigencia moral de eficiencia en la realización del bien. Las buenas intenciones son necesarias pero no suficientes.
Sólo quien concreta regularmente el mayor bien posible a su alcance posee un alto grado de capacidad moral.
Te advierto que para que puedas usar tu Capacidad Moral de manera razonable debes ocuparte de que tu grado de aptitud moral y tu grado de actitud moral se encuentren equilibrados, evitándote así perjuicios y problemas innecesarios.
En ese marco, un líder con alta capacidad moral logra que sus objetivos, decisiones, acciones y omisiones se alineen con el mayor bien posible para todas las partes involucradas o alcanzadas por su desempeño. Esto, lógicamente, sin perder de vista su posición ni su función.
La Capacidad Moral no es un agregado ético a la dirección, sino una parte constitutiva de la función de liderar. Sin una elevada capacidad moral del directivo el poder tiende al daño.
Alinear el bien particular con el bien general es un aspecto importante para el Líder de Elite , secundario para el Líder Ordinario , e irrelevante para el Líder Antisocial .
Todo lo que una persona hace -en el plano personal, familiar, social o profesional- está signado por el nivel de capacidad moral que posee. De ahí la importancia de cultivarla y elevarla al máximo posible.
En definitiva, el grado de capacidad moral de un líder determina sus objetivos, sus patrones de conducta, sus acciones y las herramientas que emplea en su gestión.
Previo formular algunas aclaraciones necesarias voy a incorporar un listado de atributos, rasgos y procedimientos que caracterizan a cada uno de los tres tipos de líderes.
Al respecto, tenga en cuenta que, difícilmente, un líder responde a la descripción completa de un tipo particular. Puede, circunstancialmente, tener elementos o realizar acciones propias de las categorías a los que no pertenece. Nadie es completamente de un tipo ni está condenado a seguir siéndolo. Además, muchas de las características negativas del Líder Ordinario se superponen y magnifican en el caso del Líder Antisocial.
Por otro lado, no he tenido la idea de confeccionar un catálogo exhaustivo, ni mucho menos.
El origen del listado que elaboré es la lectura que hice de la realidad, de acuerdo con mis experiencias personales y profesionales. Asimismo, consideré las muchas y valiosas experiencias que me fueron relacionadas por terceros.
También han influido en la confección del listado, las agudas observaciones que recibí de mis tres antiguos y entrañables mentores cuyos consejos aún hoy echo de menos.
El material que prepararte te ofrece un punto de vista antagónico al políticamente correcto y te ayudará a hacer tus observaciones y sacar tus conclusiones.
La motivación principal que me impulsa a exponer aquí mi mirada sobre la Alta Dirección y el Liderazgo es ayudar a entender ciertas cosas veladas del mundo del poder y las relaciones interpersonales.
Vale decir, aquellos asuntos que resultan inexplicables para las personas íntegras que carecen de los conocimientos y las experiencias necesarias para lidiar con los rufianes que habitan en el mundo del liderazgo.
Asimismo, suministra elementos que te sirven para identificar a los tipos de líderes, para conocerte a ti mismo y para trazar tus planes de mejora personal y directiva.
Demás está decirte que las tipologías que incorporas a continuación no debes usarlas para juzgar con liviandad a las personas y descalificarlas sin más, ni para negarte a la posibilidad de que mejoren.
1°) El Líder de Élite o Completo.
Sólo pueden acceder a esta categoría quienes han desarrollado una alta capacidad moral.
La elevada capacidad moral es el producto de una severa y exitosa preparación destinada a restaurar la naturaleza dañada y los creyentes sabemos que esto requiere que el Altísimo participe de los trabajos.
La dimensión ética alcanzada por el Líder de Elite le permite resolver con prudencia los conflictos de intereses entre el bien común y el bien particular, sin perder de vista las responsabilidades primarias de su cargo.
Su profundo sentido del deber lo lleva a adquirir una formación técnica acorde con todos sus ámbitos de liderazgo. Esto le permite actuar con eficiencia en sus trabajos profesionales y también en la dirección de su familia y su vida privada.
Evalúa el impacto de sus decisiones sobre todos los intereses legítimos que son alcanzados por las mismas.
Es exitoso a la hora de detectar y concretar el mayor bien posible a su alcance.
Los Líderes de Elite son una minoría en el conjunto de directivos.
De este tipo de líder es esperable que:
Conduce como un hombre virtuoso. Entienda que su posición lo convierte en un ejemplo y obre en consecuencia. Sea creíble, confiable y, cuando por derecho corresponde, meticulosamente obediente. Tenga el carácter para enfrentarse con gente poderosa. No seas quejoso ni criticón. Fije objetivos elevados pero razonables, y los concretos. Trate a las personas con respeto, empatía y paciencia.
Se comunica con claridad. Busque la verdad. Actúa con libertad. Cumpla su palabra. Reconozca los logros y méritos ajenos. Otorgue premios y aplique castigos con justicia. Sepa decir que no. Se conduce de manera reservada en el sentido. Utilice con sabiduría las redes de poder e inteligencia a su disposición. Soporte que lo vigilen, que utilicen dispositivos ocultos para escucharle y que le planten mujeres como carnada. Domine los impulsos emocionales y evite que sus genitales influyan en sus decisiones. Cuide su cuerpo, su alma y su espíritu. Resguarde su salud del estrés directivo. Cumpla en tiempo y forme sus obligaciones familiares y lleve una vida privada honesta y ordenada.
Impacto Organizacional del Líder de Elite:
Funda culturas institucionales virtuosas, donde se promueve la excelencia, el mérito y el respeto por la persona.
Evolución del Líder de Élite:
Es el resultado de un largo proceso de desarrollo permanente y continuado a lo largo de toda su existencia.
No se nace Líder de Élite; se llega con una preparación específica que incluye: humildad, conocimiento, entrenamiento, experiencia y un propósito trascendente.
Costado espiritual del Líder de Élite:
Uno de los temas que los cultores de la corrección política organizacional más se empeñan en ocultar es la importancia de la espiritualidad del líder y su incidencia en las formas de capacitarse y liderar.
En general, el motor que impulsa a un hombre a ascender hasta las cumbres del desarrollo humano es una fe madura en Dios o, más allá de las distintas denominaciones en uso, una creencia firme en un Principio o Potencia Creadora del Universo de naturaleza superior a la condición humana.
La fe en una divinidad y en la inmortalidad del alma mueve al Líder de Elite a forjar muchas de sus principales características virtuosas.
Este tipo de líder posee una vida espiritual profunda y sostenida, más allá de cualquier afiliación religiosa o iniciática.
Reconoce la existencia de una dimensión trascendente y se esfuerza por estar alineado con ella.
Cultiva el plano metafísico, construye su templo interior, practica el silencio, la humildad verdadera y el discernimiento espiritual.
Procura alcanzar la santidad, la divinidad del ser, la theosis o la perfección humana, según las diferentes opciones que ofrecen las principales tradiciones.
Tiene conciencia de que su rol directivo excede lo funcional. Sabe que está al servicio de un propósito superior. Su vínculo con lo espiritual le da lucidez ante las tentaciones, fortaleza en las adversidades y paz frente a las decisiones difíciles.
2°) El Líder Ordinario o Incompleto.
Es poseedor de una Capacidad Moral Media producto de un desarrollo interior estándar.
Su nivel intelectual varía y su preparación técnica suele limitarse al ámbito profesional.
Puede ser eficiente en contextos corporativos, mientras que su desempeño familiar, social y personal tiende a ser mediocre.
Los Líderes Ordinarios, como su nombre lo indica, integran el sector mayoritario de los directivos.
Es esperable de un Líder Ordinario que:
Carezca de firmeza moral. Tenga un caso confirmado con la búsqueda del bien. Sea un mal ejemplo. Deseche a las personas íntegras y capaces. Se rodee obsecuentes e individuos que no le hagan sombra. Sea servil con sus superiores. Manipule y use a las personas que lo acompañan. Acto de manera indiscreta. Abuso de las redes de poder e inteligencia que administra. Incumpla su palabra. Adquiera compromisos que no piensa honrar. Desprecia la búsqueda de la verdad. Se valga de relatos distorsionados. Se robe el trabajo y los méritos de otros. Hable mal de quienes no están presentes. Caiga en las tentaciones propias del éxito y el poder. Ostente sus logros y su estilo de vida. Permita que sus pulsiones sexuales influyan en sus decisiones. Descuide su salud. Lleve una vida privada desordenada. Abandone o delegue sus deberes familiares y, finalmente, termine dañando a su familia y su persona.
Impacto organizacional del Líder Ordinario:
Promueve culturas mediocres, desconfiadas y burocráticas, donde predomina la apariencia, el temor, la desconfianza y los conflictos interpersonales.
Evolución del Líder Ordinario:
Tiene potencial de mejora si asume con humildad sus límites y acepta una crisis como oportunidad de transformación. Sin embargo, suele resistirse al cambio. La naturaleza dañada no restaurada juega aquí una marcada influencia.
Costado espiritual del Líder Ordinario:
Este tipo de líder suele vivir con una espiritualidad tibia, superficial o directamente ausente.
Puede repetir fórmulas religiosas o posturas morales, pero carece de una vida interior verdadera.
En el mejor de los casos, mantiene una creencia pasiva en un orden superior, aunque sin compromiso real con sus implicancias. Las creencias deístas le sientan bien.
En otros casos, ignora o desprecia la dimensión espiritual de la vida, lo que lo deja vulnerable a idolatrar el poder, el éxito o el placer. Cuando sufre reveses, no encuentra sentido en el dolor ni guía en la incertidumbre.
En síntesis, el Líder Ordinario suele emular la vulgaridad del pensamiento del personaje Homero Simpson, adaptado a la vida real y su entorno particular.
3°) El Líder Antisocial o Maligno.
Este tipo de líder tiene una Capacidad Moral Baja / Muy Baja. Suele superar al Líder Ordinario en inteligencia, astucia y malicia. Destaca por sus tropelías.
Vive disociado de la búsqueda del bien, desprecia las normas éticas y legales y sin duda en producir el mal o cooperar con él.
De lo dicho se desprende que el perfil del Líder Antisocial incluye a personas con graves vicios morales, marcada insensibilidad emocional y disposición a infringir las leyes.
Hay muchos más líderes antisociales de los que se conocen públicamente. Se esconden detrás de máscaras logradas de buenas personas o posiciones institucionales. De todos los modos, están muy lejos en el número de los Líderes Ordinarios.
Es esperable de un Líder Antisocial que:
Se presenta como un sujeto de rectos principios y valores. Cuide su imagen. Haga un arte del discurso moral. Destaque como un hábil contendiente en la lucha por el poder. Sea un manipulador experto. Mantenga engañado a su entorno durante un buen tiempo. Utilice las redes de poder e inteligencia a su alcance para vulnerar la privacidad de sus ejecutivos y allegados. Haga información pública confidencial o privada de terceros cuando lo crea conveniente. Se muestra muy competitivo. Se victimiza en cada conflicto. Traicione sin remordimientos. Permitir causar daño. Actúe de manera abusiva. Humille a sus subordinados y ataque su prestigio profesional. Sepa reemplazar a los integrantes de su staff antes que los ofendidos y perjudicados se agrupen en su contra. Utilice su secretaría como un arma eficaz. Soborne a miembros de su entorno con obsequios, viajes y beneficios diversos. Sea una pésima influencia para sus colaboradores y familiares. Haga a pesar de su éxito y dinero frente a hermanos, supuestos amigos y ex compañeros de estudio. Efectúe advertencias con tono amenazante y amenace anónimamente mediante terceros. Integra una secta. Utilice las llamadas ciencias o artes adivinatorias y recurra a los servicios de brujos. Engañe a su esposa. Contrate prostitutas para él y sus colaboradores más cercanos. Incurra en actividades delictivas y, casi con seguridad, malgaste su vida y perjudique gravemente a los integrantes de su familia.
Impacto organizacional del Líder Antisocial:
Genera culturas de gran conflictividad, marcadas por el miedo, la traición y altas cuotas de estrés.
Evolución del Líder Antisocial:
Es muy difícil su transformación. Solo una catástrofe personal que lo derrumbe podría abrir una rendija para su mejora personal, pero rara vez ocurre.
Costado espiritual del Líder Antisocial:
Vive espiritualmente disociado. Aunque algunos aparentan tener creencias religiosas en su fuero más íntimo rechazan toda ley superior a su propia voluntad. Con poder y dinero se sienten invencibles.
Se sitúan como centro del universo, negando en la práctica cualquier principio trascendente.
Su alma, atrapada por el ego, la codicia o el resentimiento, se oscurece progresivamente y su conciencia se adormece.
Algunos llegan a cultivar prácticas místicas tergiversadas o simbologías de poder que refuerzan su dominio sobre otros. Como dije, suelen contratar los servicios de adivinos y magos, con lo cual creen reafirmar su poder.
La negación de lo espiritual no los exime de consecuencias y tarde o temprano les llega la factura. Su caída no es solo personal y familiar, sino también existencial.
Fácil es advertir que mis descripciones de los Líderes Ordinarios y Antisociales poco tienen que ver con las caracterizaciones del líder ético y empático que efectúan los autores, mentores y capacitadores del arco políticamente correcto.
No busco que adhieras sin más a mi opinión disruptiva, si pretendo que considera nuevas perspectivas que te ayudarán en el difícil mundo de la Alta Dirección.
Lo que si te pido es que acepta que si yo estuviera en lo cierto, en uno de los tres tipos de líder que describirá se jugará el destino del directivo, de la persona que lo encarna y de su familia.
Y para finalizar quiero alertarte para que seas extremadamente cuidadoso al reconocer la condición de Líder de Elite en una persona.
El juego de la Alta Dirección está lleno de actores y personajes con vidas simuladas.
Así que, desde ya te prevengo: ni los ritos que se practican, ni los cargos que se detenten —sean religiosos, iniciáticos o profanos— garantizan por sí solos una alta capacidad moral.
La valía moral es estrictamente personal y debe ser probada por el fuego y el acero. Y más te vale saberlo porque la Alta Dirección no es para gente confiada.
Hasta la próxima.
Dr. Alejandro Oscar De Salvo.
Abogado
Mentor de dirigentes.
Comprometido con el desarrollo humano.
Correo electrónico: drdesalvo@gmail.com